jueves, 23 de mayo de 2013

¿Los derechos humanos tienen fronteras?



Amnistía Internacional acaba de publicar su Informe Anual 2013. En él asegura que el mundo se está convirtiendo en un lugar cada vez más peligroso para las personas refugiadas y migrantes, y para las que pierden sus hogares tras sufrir desalojos forzosos. El respeto a la soberanía de un Estado no puede ser utilizado como excusa para la inacción o la violación de derechos humanos. El Consejo de Seguridad de la ONU debe oponerse a los abusos que destruyen vidas y obligan a la gente a huir de sus hogares. Eso significa rechazar doctrinas carentes de moral que aseguran que el asesinato en masa, la tortura y el hambre son meros “asuntos internos” de los Estados.

Es una ironía que les resulte más difícil cruzar una frontera a los refugiados que a las armas que contribuyen a generar violencia y obligan a las personas a huir de sus hogares.

Por si fuera poco, con la excusa de la crisis económica, los Gobiernos de muchos países están impulsando medidas que en ocasiones dan la espalda a la protección de derechos como el acceso a la salud o a una vivienda digna. Medidas que afectan sobre todo a las personas más vulnerables, como las que han tenido que abandonar su hogar.

En España el Decreto Ley que limita el acceso a la atención sanitaria gratuita a personas inmigrantes en situación irregular, o la situación de indefensión frente a los desalojos en la que se encuentran miles de personas son algunos ejemplos.

Frente a este panorama hostil para los derechos humanos, se ha producido una respuesta ciudadana que los Gobiernos no solo no han escuchado, sino que han intentado reprimir o deslegitimar. Ya es hora de que los gobernantes, también en España, se pongan del lado de las personas, de todas.


                                                             Maite García Romero

domingo, 19 de mayo de 2013

Yo exijo respeto a la Igualdad de Derechos, ¿y tú?

El pasado 17 de mayo se celebró el Día Internacional contra la Homofobia y la Transfobia, instándose a todos los países a revocar las leyes que discriminan a homosexuales y transexuales y a castigar los actos de violencia de que son víctimas esas personas. Porque si bien algunos países otorgan los mismos derechos civiles a toda la población independientemente de su orientación sexual o identidad de género, es más que sabido como aún, al día de hoy, persiste la desigualdad de trato.

Hasta el 17 de mayo de 1990 la Organización Mundial de la Salud (OMS) consideraba la homosexualidad una enfermedad mental. Y de esto hace solamente 23 años. Terminar con la homofobia y la intolerancia a la transexualidad es un imperativo de justicia que llevará todavía su tiempo. Incluso en Europa, donde la tolerancia y la integración es elevada, los homosexuales sienten la discriminación en sus vidas cotidianas. El 47% de los ciudadanos de la Unión Europea así lo perciben, según la Agencia de los Derechos Fundamentales, y el 44% dice sufrir burlas, comentarios despectivos o conductas negativas en su entorno.

La homosexualidad sigue siendo ilegal en 78 países (el 40% del total), según datos de la Asociación Internacional de Lesbianas, Gais y Transexuales. En algunos de ellos, como Uganda o Camerún, la caza al homosexual se traduce en el acoso permanente y se salda con detenciones, palizas o asesinatos. En cinco países —Mauritania, Sudán, Arabia Saudí, Yemen e Irán— y en zonas de Somalia y Nigeria las relaciones homosexuales se castigan con pena de muerte.

Amnistía Internacional considera que las personas detenidas o encarceladas en virtud de este tipo de leyes son presas de conciencia y trabaja para lograr su libertad inmediata e incondicional. La despenalización es esencial como un primer paso en el camino hacia la igualdad plena de lesbianas, gays, bisexuales y personas transgénero. (homofobia-generalizada)

“Toda persona debe poder disfrutar de todos los derechos humanos consagrados en la Declaración Universal de Derechos Humanos. Y sin embargo, millones de personas de todo el mundo se enfrentan a la ejecución, el encarcelamiento, la tortura, la violencia y la discriminación por su orientación sexual o identidad de género”.

                                                                Maite García Romero