En la agenda política
mundial se ha implantado, a una escala nunca vista, la retórica tóxica y
deshumanizadora del “nosotros contra ellos” o los discursos de culpa, odio y
miedo, que está creando un mundo cada vez más dividido y peligroso. El discurso
xenófobo que destacó la campaña de Donald Trump, ya dejó vislumbrar estas
políticas adversas para los derechos humanos y que, como era de esperar, nada
más llegar a la presidencia de Estados Unidos empezó a materializarse.
La retórica de odio ha
tenido y está teniendo un peligroso y amplio impacto en las políticas hasta el
punto de que se ha convertido en una peligrosa fuerza en los asuntos del mundo.
La geografía de las violaciones de derechos humanos alcanza todos los rincones
del mapa.
En 2016 Amnistía Internacional
documentó campañas masivas de represión en China, con medidas muy duras contra
activistas, juristas y sus familiares. Lo mismo que en Tailandia, India, Irán,
Egipto, Etiopía, donde son cada vez mayores los recortes en la libertad de
expresión, reprimiendo duramente cualquier disidencia. Un ejemplo lo tenemos en
Turquía, donde el golpe fallido fue seguido de decenas de miles de
encarcelamientos, la suspensión de cientos de ONG y más de 130 cierres de
medios de comunicación. Y ya no hablemos de Arabia Saudí, implacable con los
activistas de derechos humanos, liderando por cierto la coalición que cometió
los presuntos crímenes de guerra en Yemen al bombardear escuelas, hospitales,
mercados y mezquitas, causando miles de muerte de civiles. Pero los mayores
focos se han dirigido a Siria, donde los crímenes de guerra y los gravísimos
abusos de derechos humanos -documentados detalladamente por múltiples informes
de Amnistía Internacional– permanecen impunes y donde sigue pendiente una
solución política al conflicto, que desde 2011 ha costado más de 300.000
muertes, 4,8 millones de personas refugiadas y 6,6 millones desplazados.
Siria y Yemen son sólo dos
ejemplos de la escasa voluntad política para abordar otras gravísimas crisis
sin resolver, como las de Libia, Sudán y Sudán del Sur, donde el hambre se
utiliza como arma de guerra. Y lo más grave de todo esto es que incluso los
Estados que afirmaban defender derechos en otros países, están ahora demasiado
ocupados en restringirlos internamente como para pedir cuentas a los demás. ¿Cómo
ha respondido la comunidad internacional ante las incontables atrocidades de
2016, como fueron los bombardeos de hospitales, escuelas, mercados y mezquitas
que causaron miles de muerte de civiles en Siria y Yemen o, el uso de armas
químicas en Darfur (Sudán) o las miles de muertes causadas por la policía en
Filipina? Con un ensordecedor silencio. Así es como ha respondido.
Y en España, inercia. Hasta
el pasado 5 de mayo ha acogido menos del diez por ciento de la cifra comprometida
en 2015 por el Gobierno español, hasta el próximo mes de septiembre de 17.337
refugiados. A esto se suman las expulsiones colectivas en las fronteras de
Ceuta y Melilla, y la situación de las personas refugiadas en estos enclaves
donde no existen derechos para ellas.
·
En la violencia de
género ha prevalecido una pérdida de prioridad política que se ha visto
reflejada en el enorme descenso presupuestario entre 2007 y 2015 ligeramente
corregido en 2016. En lo que va de año, 32 mujeres y seis menores han sido
asesinados. Los maltratadores han dejado también 16 huérfanos de menos de 18
años. Los datos son peores que hace un año. El 25 del pasado mes de julio, al
parecer, los grupos políticos han dejado de un lado sus diferencias para
consensuar el primer gran acuerdo político de la legislatura. El pacto
alcanzado contempla medidas para prevenir la violencia machista desde el
colegio, ampliar la protección y cambiar los criterios de acreditación de las
víctimas para incluir a aquellas que aún no han interpuesto denuncia y
garantizar su seguridad y la de sus hijos. Pero ¡ojo! en 2004 el Congreso
aprobó por unanimidad la ley integral contra la violencia de género. El
presidente Zapatero, todo optimista, afirmó que la norma sería un “poderoso
instrumento para derrotar al machismo criminal” Una explosión de aplausos
recorrieron los escaños del PSOE. A día de hoy, han sido asesinadas más de 800
mujeres.
·
Ambigüedad de la
legislación antiterrorista que abre la puerta al uso del delito de
enaltecimiento del terrorismo para procesar a personas que ejercen su libertad
de expresión, pacíficamente, como fue el caso de los dos titiriteros de la
compañía Títeres desde abajo o al
cantante César Strawberry. En 2016 la Audiencia Nacional dictó al menos 36
sentencias por “enaltecimiento del terrorismo”, la mayoría de ellas dentro de
la denominada “operación araña” (operación desarrollada por la Guardia
Civil de España para perseguir el enaltecimiento del terrorismo en las redes
sociales, particularmente en Facebook y Twitter). Además,
la última reforma del Código Penal establece una definición tan amplia y vaga
del delito de terrorismo, que algunos derechos como la libertad de expresión o
reunión podrían verse reprimidos.
·
Posible impunidad de
la tortura y otros malos tratos incluido el uso desproporcionado de la fuerza
por los cuerpos de seguridad. Preocupación compartida por el Tribunal Europeo
de Derechos Humanos, que ha reprochado a España que no investigue de manera
eficaz y exhaustiva las denuncias de personas detenidas e incomunicadas.
Está demostrado que lo único
que importa o interesa, políticamente, es buscar “culpables” ante problemas
económicos y de seguridad y de paso, por supuesto, ganar votos o aferrarse al
poder. Y esto resulta más que evidente, sobre todo, en las políticas de muchos
países para esquivar su responsabilidad con las personas refugiadas. Estas
personas que están siendo el primer blanco de los ataques perpetrados por
motivos de raza, género, nacionalidad y religión.
Por lo tanto, ante la falta
de compromisos de los Estados, rechacemos los discursos de odio y la retórica
del miedo y movilicémonos para presionar a los gobiernos a que respeten y
defiendan los derechos humanos. Es en estas épocas tan difíciles cuando más
falta hace voces valientes que se alcen contra la injusticia y la represión.
Hagámoslo.
Maite García Romero
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