sábado, 6 de marzo de 2010

UN SIGLO DEL ACCESO DE LA MUJER A LA UNIVERSIDAD EN ESPAÑA


Este año se cumple un siglo de la Real Orden de 8 de marzo de 1910 que autorizó el acceso de las mujeres a la Universidad en España. Aconteció a poco de ser nombrada consejera de Instrucción Pública Emilia Pardo Bazán, quien desde décadas venía luchando por la alfabetización y educación de las mujeres, afirmando en el Congreso Pedagógico Hispano-Portugués de 1892 que “la educación de la mujer no puede llamarse tal educación, sino doma, pues tiene por fin la obediencia, la pasividad y la sumisión”. Emilia Pardo Bazán había nacido en 1851, seis años antes que la alemana Clara Zetkin, quien, tras estudiar magisterio, inició en 1892 el diario La Igualdad de la sección femenina del SPD, y logró que la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas celebrada en Copenhague en 1910 instaurara la celebración del 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer Trabajadora.

Desde época inmemorial la mujer ha sido educada en una cultura patriarcal que fue pensada por y para varones; en una ética injusta para las mujeres e inmoral en su aplicación ya que no se las tuvo en cuenta para nada. El varón era su autoridad, el que les marcaba lo que era bueno o era malo para ellas, lo que debían hacer e incluso lo que debían pensar.

Tengo en mis manos un libro del año 1904 titulado La Abeja. Lectura para Niñas. Es una obra compilada y arreglada por Antonio J. Bastinos y editada por él mismo, en Barcelona, calle Concejo de Ciento, 290. Leo unos renglones: En el hogar doméstico es donde especialmente cumple la mujer sus tareas y la misión que le ha impuesto el cielo, y en él es donde especialmente debe aprender la niña esta misión y estas tareas ayudando a la madre en los trabajos y ocupaciones caseras. En el hogar es así mismo donde, aprenderá a tolerar los defectos de sus hermanos y donde templará su corazón para resistir a los rudos impulsos de la ira y ser dulce y amable…

En los años 70 se publica este otro libro titulado: I’m Glad I’m a boy / I’m Glad I’m a Girl (me encanta ser un niño / me encanta ser una niña) de Whitney Darrow, un ingenioso dibujante satírico, norteamericano, fallecido en 1999.

Leo al pie de cada viñeta: “Los chicos son pilotos, y azafatas las chicas", "Los chicos son futbolistas, las chicas son animadoras", "Los niños son presidentes, las niñas primeras damas", "Los chicos pueden comer, las chicas pueden cocinar", "Los chicos inventan máquinas, las chicas usan los inventos, etc., y me pregunto: ¿cuantas generaciones han de pasar todavía para que se erradique ese concepto discriminatorio que aún persiste? Y digo esto, porque parece mentira que ya en el siglo XXI, aún estemos viendo los anuncios de juguetes reproduciendo los mismos roles sexistas de hace más de cien años. “Estamos viviendo una evolución, pero para atrás”, sentencia Elena Blanco Castilla, subdirectora de la Cátedra UNESCO de Comunicación de la Universidad de Málaga, y miembro del Consejo de Administración de Radio Televisión de Andalucía. “Hace 10 años hubo un intento de que en la publicidad los niños compartieran los roles, sin diferenciación de género. Eso ha desaparecido totalmente. Cada vez están más definidos los roles sexistas”, dice.

¿Qué se les sigue inculcando a las niñas como símbolo del éxito en las mujeres, acaso determinados espacios profesionales de prestigio social? No, ni mucho menos. A las niñas, hoy e igual que siempre, se les inculca como símbolo del éxito los patrones establecidos de belleza femenina. Y así, mientras cantan: “Eres tú mi príncipe azul que yo soñé…” (canción de Disney que ha vuelto a ponerse de moda como no podía ser de otra manera) se entretienen maquillándose, limpiando, cocinando, y cuidando a la muñeca, a la vez que sus hermanos varones se divierten con los coches de carreras, muñecos de pelea, construcciones, juegos de desarrollo intelectual y cognitivos, etc. Y lo curioso es que una gran mayoría de madres que se sienten agobiadas porque después de una jornada de trabajo fuera de casa tienen que asumir la mayor parte de las tareas del hogar y los hijos, no son conscientes de que siguen educando en los mismos roles sexistas que la educaron a ellas. No solamente son los anuncios de juguetes, son esos estigmas de modelos incrustados en nuestros hábitos lo que impide que los juguetes establezcan su valor igualitario. ¿Por qué las habitaciones de los más pequeños están marcando ya las pautas a seguir en el futuro? Lo común en la habitación de una niña son muñecas, fregona, escoba, cocinita, carrito de la compra, pequeños electrodomésticos, set de maquillaje, cuentos, películas y vestidos de cenicientas y princesas. Mientras que por regla general, en la del niño es raro ver algunos de esos artilugios. ¿Es que acaso ese niño no tendrá que compartir el día de mañana las tareas del hogar y el cuidado de los hijos? ¿Por qué entonces no instruirlo desde pequeño? ¿A qué viene ese miedo? Deberíamos procurar que los niños compartan juegos y roles desde temprana edad, cambiar de una vez las pautas sociales a las que estamos acostumbrados y romper desde el principio ideas maniqueas.

Que la situación de la mujer ha mejorado en las últimas décadas, no cabe dudas. Pero que queda mucho por hacer lo demuestran datos como el aumento de la violencia machista (en lo poco que llevamos de año van 8 mujeres asesinadas) y los datos hechos públicos por la ONU con motivo de la celebración del Día Internacional de la Mujer en el que consta que, el 64% de los 867 millones de personas que no saben leer son mujeres, y la mayoría de los menores de hasta 11 años sin escolarizar en el mundo son niñas.

Si analizamos este 8 de marzo de 2010 los 100 años de mujeres en la universidad y en la reivindicación feminista, advertimos la gran eclosión de entusiasmo y potencialidades de millones de mujeres. Por ello este 8 de marzo adquiere un valor especial; primero por cuanto pone de manifiesto las capacidades de las mujeres, dado su claro avance en el ámbito universitario y científico aun cuando sólo llevan un siglo dentro de una institución que tiene nueve siglos de existencia, como es la universidad. Y segundo, por las desigualdades de género que subsisten o rebrotan todavía”.

Desde nuestra realidad de mujeres libres y responsables seguiremos luchando para erradicar todo intento de abusos y prohibiciones que coarten nuestra dignidad personal y el ejercicio de nuestra libertad. La decisión que tomemos con nuestra vida, nuestro cuerpo y nuestro futuro, es y será siempre, un derecho humano inalienable. Esa, y sólo esa, debe ser nuestra ética.

                                                              Maite García Romero