domingo, 19 de noviembre de 2017

El sexismo se aprende desde la infancia, la igualdad también.


El 25 de noviembre se celebra el DÍA INTERNACIONAL CONTRA LA VIOLENCIA DE GÉNERO. Se eligió esta fecha para conmemorar el violento asesinato de las hermanas Mirabal (Patria, Minerva y María Teresa), tres activistas políticas asesinadas el 25 de noviembre de 1960 por la policía secreta del dictador Rafael Trujillo en la República Dominicana. En 1999, la ONU dio carácter oficial a esta fecha.

Los derechos humanos son universales y la violencia contra las mujeres ha hecho universales los abusos contra los derechos humanos. Las mujeres, pese a ser de diferentes países, tener distinta religión, cultura y origen social, están unidas por un denominador común: la violencia, a menudo perpetrada por el Estado o por grupos armados, por la comunidad en la que viven o por su propia familia”. Palabras de Irene Khan, Secretaria General de Amnistía Internacional.

La violencia contra las mujeres y niñas en todas sus formas –violencia sexual, maltrato, mutilación genital, muertes violentas, acoso en redes sociales– es la violación de derechos humanos más intensa y transversal ya que está en todos los países, culturas y clases sociales. La trata con fines de explotación sexual afecta especialmente a mujeres y niñas, que caen en esas redes mediante engaño, coacción o violencia. Y ya no hablemos de los conflictos armados y el auge del extremismo violento, en el que las mujeres y niñas son las víctimas invisibles, violadas, reclutadas, secuestradas, utilizadas como escudos humanos o en atentados suicidas, explotadas como esclavas sexuales, obligadas a contraer matrimonio forzado, vendidas o entregadas como “regalo” a los combatientes. Como en Nigeria, donde el grupo armado Boko Haram ha secuestrado al menos a 2.000 mujeres y niñas desde principios de 2014. Pero también ha sucedido en Irak, en Colombia o en Bosnia Herzegovina.

La discriminación de género lo que pretende y ha pretendido siempre es convertir a las mujeres en ciudadanas de segunda, limitar su autonomía, su poder de decisión, su acceso a la justicia, a la educación, a la salud y a los recursos económicos. Y lo más flagrante es que cuando se atreven a defender sus derechos son perseguidas, amenazadas, agredidas y no pocas pagan y han pagado con su vida.

En España los juzgados recibieron, en el segundo trimestre de 2017, un total de 42.689 denuncias por violencia de género, lo que supone un incremento interanual del 18%, según la estadística publicada el 23 de octubre por el Poder Judicial. Un total de 44 mujeres han sido asesinadas por sus parejas o exparejas en 2017, lo que supone siete víctimas por violencia de género más que hace un año, según datos del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, actualizados a fecha 23 de octubre. Otro dato significativo y horrendo es que el 2017 está siendo el año con más niños asesinados por violencia de género, la cifra más alta desde el año 2010 según los datos provisionales oficiales actualizados el 10 de octubre.

¿Hasta cuándo persistirá este vergonzoso comportamiento humano?

Sorprende leer dos de las conclusiones extraídas del Barómetro 2017 del ProyectoScopio, elaborado por el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud, que tras entrevistar a 1.247 jóvenes de 15 a 29 años el pasado mes de abril, el 27,4% de los jóvenes cree que la violencia machista es “una conducta normal” en el seno de una pareja. El 31,5% cree que es un problema que aumenta progresivamente por culpa de la población inmigrante. El 21,2% considera que la violencia machista es un tema politizado que se exagera, y casi un 7% cree que es “un problema inevitable”, un mal menor que siempre ha existido. Y estas opiniones se dan a pesar de las elevadas cifras de mujeres asesinadas que llevamos ya éste año 2017.

Si bien es cierto que en las últimas décadas algunos países europeos como España han avanzado en políticas de igualdad de derechos, todavía es habitual que se ponga en duda a las mujeres que son víctimas de agresiones sexuales, culpabilizándolas por ser “incautas”, “imprudentes”, “manipuladoras” o “vengativas”. Esta es la cultura machista que utiliza el cuerpo de la mujer como medio de poder, pues no son pocos los hombres que no quieren entender que un NO es un NO ya sea tu mujer, tu novia, tu amante, tu amiga o la vecina de arriba. Y es que por desgracia una buena parte de la población tiene muy arraigada una serie de prejuicios o actitudes machistas que se siguen reproduciendo generación tras generación, por eso es tan fundamental, tan imprescindible un cambio significativo en el sistema educativo familiar y escolar si queremos prevenir todas las formas de discriminación y de violencia contra la mujer, pues considero que en los valores que se transmite no cabe duda que está la raíz de casi todos los conflictos humanos. 
Maite García Romero