lunes, 11 de septiembre de 2017

MEDIOS DE COMUNICACIÓN ¿MEDIOS DE MANIPULACIÓN?



Cada vez resulta más complicado encontrar una información veraz y objetiva de una noticia. Actualmente muchos periodistas con acceso a grandes medios y a los debates de gran audiencia son cómplices por conveniencia de esos mismos delitos que han convertido la política española en una auténtica vergüenza. Para ciertos medios es más favorable no difundir de manera fehaciente la altísima corrupción que existe en España. ¿Para qué darle más bombo? ¿Qué se va a conseguir con ello? ¿No es mejor ilusionar a la gente y decirles que la economía española está en la dirección actual de crecimiento, de creación de empleo, y que en muy poco tiempo se pondrá en marcha una bajada de impuestos? ¿No es mejor decirles que se han frenado los desahucios gracias a las medidas del Gobierno y que el poder adquisitivo de los pensionistas se está recuperando gracias a los logros económicos del PP? ¿No es mejor ser optimista que realista?

      Son muchos los medios que distorsionan la realidad de un acontecimiento para utilizarla como estrategia ideológica o política. Lo más preocupante es que ni siquiera los periodistas se creen lo que escriben, pues, como mercenarios de las letras, la mayoría simplemente se limita a plasmar en sus columnas lo que sus directores políticos les señalan, disfrazando y pervirtiendo los acontecimientos para utilizarlos como estrategia política o ideológica, a tal punto que una misma noticia puede ser narrada de dos maneras diametralmente opuestas dependiendo de la línea editorial. Esto es especialmente grave ya que el valor de la noticia es sustituido subrepticiamente por el valor de la interpretación. La noticia pierde entonces todo su significado para convertirse en una mediocre bufonada, una caricatura de la realidad. Igualmente preocupante es el hecho de que muchos de los lectores no quieren conocer la verdad para no verse en la obligación de cuestionar sus propios ideales. Antes que enfrentarse a la dolorosa realidad de los hechos prefieren creer en cualquier trama conspiranoica ideada por algún periodista de tercera fila sediento de notoriedad.

      Condenan con frivolidad esperpéntica a los “antisistemas”, ignorando que todo español decente es hoy un antisistema, ya que para estar con este sistema es necesario estar al margen de la Constitución, de la Ley de Derechos Humanos y ser testigo silencioso de los abusos, arbitrariedades y delitos que comete habitualmente la clase dirigente, todos ellos tolerados y amparados por un sistema que ellos mismos han edificado y blindado para mantenerse relativamente seguros.

      Ninguno de esos periodistas más o menos sometidos, que pululan como abejorros por los debates televisivos, se atreve a hablar de la gran verdad oculta y prohibida: que España no es un país democrático. Las leyes de igualdad no funcionan en la práctica y no hay apenas interacción entre la clase política y la sociedad, ni siquiera cuando las encuestas muestran el profundo malestar de la ciudadanía. Para el político, el ciudadano solo es necesario cada vez que se acercan unas elecciones. Entonces la estrategia está servida: “Más vale malo conocido que horrible por conocer”. Pues bien han aprendido que no hay mejor política que la del miedo: “Sí, nosotros podemos ser mediocres, pero los otros son auténticos monstruos”. Cuanto peor vayan las cosas, mayor será la dosis del miedo. Y de nuevo vuelta a las promesas y al optimismo, pues como dice el dicho “la esperanza es lo último que se pierde”. Parece que esta estrategia les funciona muy bien porque una buena parte de la sociedad todavía no se ha olido la trampa. Pero tiempo al tiempo.

       Por desgracia no existe una sociedad civil fuerte que sirva como contrapeso al poder del Estado. Ni siquiera las elecciones son realmente libres, ya que no son los ciudadanos sino los partidos los que eligen y elaboran las listas cerradas. No existe una Justicia eficaz que sea capaz de castigar a los delincuentes del poder, prácticamente impunes si pertenecen a las mismas filas de la clase dirigente; ni está garantizada la información veraz al ciudadano y la fiscalización de la política, principios indispensables que la democracia encomienda al periodismo, pues está demostrado que España carece de una prensa democrática y la mayoría de los medios están “comprados” o sometidos al poder político. De ser un importante medio informativo, el periodismo se convierte en una mala literatura de ficción donde cada cual encuentra un respaldo a sus miedos y prejuicios. Esto crea un ambiente enrarecido de paranoia social que puede dar lugar a graves enfrentamientos, como nos ha demostrado la historia.

Julian Assange, fundador, editor de WikiLeaks, decía que: «Una de las cosas que suscita esperanza, que he descubierto, es que casi cada guerra que fue generada en los últimos 50 años fue el resultado de los engaños de los medios de comunicación, y que estos medios pudieron pararlas si hubieran indagado adecuadamente en los asuntos. Pero ¿qué significa eso? Significa básicamente que la gente no es propensa a las guerras y debe ser engañada para ser involucrada en ellas. Si los medios de comunicación crean un buen ambiente, esto conducirá a un mejor ambiente para todos».


Maite García Romero