jueves, 28 de julio de 2011

CANONIZANDO EL DINERO


En tiempos anteriores a la Ilustración donde el analfabetismo y la superstición eran la norma general, predominaba la idea de que sin la creencia en un dios vengador de las faltas y remunerador de la virtud, nada podía detener al hombre en el camino de la perversidad. La rectitud del hombre o la mujer era considerada ilusoria sin la religión; sólo la revelación y la fe en un dios justiciero estaban en condiciones de asegurar eficazmente la moralidad. Actualmente el compromiso moral ya no es decretado desde la cúpula vaticana sino desde el mismo suelo profano de la vida humano-social, hoy la persona accede a su dignidad y rectitud sin el aval de un premio celestial ni la amenaza a un castigo del infierno. Pese a esta realidad observamos como la mayoría de los dirigentes eclesiásticos siguen aferrados ciegamente al axioma de la cultura judeo-cristiana, y así el cardenal Rouco Varela, con esa actitud de erudito en preceptos divinos, el día 16 del pasado mes de junio llama a los sacerdotes a responder a la necesidad de Dios que tienen los jóvenes, como los protagonistas del 15-M que están sufriendo las consecuencias del alejamiento de Europa de sus raíces cristianas y advierte que este alejamiento de Dios "impacta sobre todo en los jóvenes, como estamos viendo estos días con el fenómeno del 15-M de la Puerta del Sol: “jóvenes que no conocen a Dios, no conocen a Cristo (…), la imagen amable y cercana de Dios, de un Dios que va a tu encuentro y te coge la mano para salvarte".  (Aciprensa)  

Yo le pediría a Monseñor Rouco Varela que abandone por unos momentos ese trono ilusorio en el que está asentado y que salga a la calle y observe, que mire a su alrededor… ¿Qué le hace pensar que esos jóvenes no conocen a Dios? ¿Acaso él lo conoce? ¿Acaso él sabe quién es Dios? Santo Tomás de Aquino ya dijo en su día: “Como es imposible saber la naturaleza de Dios, es imposible hablar de Dios”, por lo cual, monseñor, intente abandonar esa postura envanecida y preponderante, opuesta a un vicario de Cristo, y acérquese a esos jóvenes indignados del 15-M que luchan por lograr un mundo más justo y más igualitario para todos. Escúchelos, charle con ellos, entérese de cuáles son sus problemas, medidas, derechos o reivindicaciones, y después opine.

La parálisis clerical que padece la Jerarquía católica que sigue anclada en lo estático de la tradición, incapaz de discernir la finalidad de Cristo, parece ignorar que la fe es algo vital, accesible y conciliada con los signos de los tiempos y que ser cristiano no depende de la sumisión a dogmas, leyes, potestad humana ni al alejamiento de las “raíces cristianas” de Europa, como ha dicho Rouco Varela. Y quizás por esa incapacidad de discernimiento es por lo que no han dudado los responsables de la JMJ publicar en la web la siguiente circular: "Las postulantes, las novicias y las profesas, para poder participar, tendrán que llevar su respectivo hábito". Que se les prohíba a las monjas que vayan vestida de calle el acceso al encuentro que las jóvenes hermanas van a mantener con Benedicto XVI, cuando hace más de 40 años que la reforma conciliar les permitió quitarse el hábito con todas las bendiciones eclesiales es, cuando menos, inadmisible. ¿Habrá cosas más necesarias por las que preocuparse? Intolerancias como ésta no hacen más que seguir aislando a la Iglesia del mundo actual y provocando todo tipo de rechazo en la sociedad. Espero, que de la misma manera que se les exige a las monjas vestir hábito en esta ocasión, se les exija a los sacerdotes, frailes y novicios, la sotana, el hábito  o el clergyman.

Unas Jornadas Mundial de la Juventud, con visita Papal exclusivamente de carácter pastoral, con medios sencillos, sin despilfarro de dinero, sin exhibición de grandeza y no vinculada al poder, sería el procedimiento apropiado para el fin que se pretende. Pero cuando vemos que el Arzobispado de Madrid trabaja con un presupuesto de más de 50 millones de euros sufragado en parte por las empresas más importantes de España. Que a su vez estos mecenas han visto la oportunidad de negocio que supone este acontecimiento, máxime cuando el Gobierno ha declarado la JMJ “evento de interés especial” lo cual supone exenciones fiscales a las empresas de hasta el 80% de lo invertido. Que los peregrinos inscritos además del pago que hacen de la inscripción, tienen que añadir un donativo de 10 euros como aportación voluntaria al Fondo de Solidaridad aún cuando los 179 municipios de Madrid han firmado un acuerdo en el que ceden sus instalaciones para la acogida de peregrinos (ver aquí). Que Fernando Giménez Barriocal, director financiero de la JMJ, anuncia triunfalmente que este evento además de tener un coste cero para el contribuyente “supondrá una inyección de al menos 100 millones de euros a nuestro país”. Y por último, visto el coste que conlleva el vía crucis presidido por el Papa, que se va a celebrar en Madrid cuyas estaciones van a estar representadas por 15 pasos de distintas cofradías y hermandades procedentes de 12 ciudades, me pregunto: ¿Esto no es un negocio escandaloso? ¿No es insultante para los miles y miles de esos otros jóvenes que están padeciendo la crisis alimentaria que golpea las poblaciones del Cuerno de África? ¿Tiene algo que ver estas Jornadas Mundial de la Juventud con el mensaje de Cristo?

El pasado 20 de julio la ONU declara hambruna en Somalia y solicita fondos de ayuda con urgencia. SOS de los obispos de Somalia: "Estamos ante el mayor desastre humanitario del mundo”. "Niños somalíes están siendo atacados incluso por manadas de hienas" "Las víctimas inocentes son ya incalculables” (Ver aquí)
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Que hoy en el siglo XXI se llegue a declarar una hambruna demuestra una carencia de humanidad que clama al cielo. Es inmoral, indignante que aún tengamos niños en el mundo muriendo de hambre. No hay derecho.
                                                     Maite García Romero