El hecho de que se haya producido un escándalo informativo sobre la pedofilia eclesiástica, la cual ha colocado a la Iglesia Católica en una de las crisis más graves de su historia, es de pura lógica si tenemos en cuenta que vivimos en un mundo donde la vertiginosa proliferación de los media nos sitúa en un contexto muy resbaladizo para el abuso y encubrimiento de cualquier ámbito, ya sea político o eclesiástico.
Evidentemente nadie ha pretendido involucrar en bloque a la comunidad cristiana ante estos hechos de pederastia porque sería injusto además de absurdo. La Iglesia católica alberga miles de religiosos que como en todos los ámbitos de la vida los hay que son personas más o menos indignas, como también personas íntegras y excelentes que desarrollan una gran labor, como son la mayoría de las órdenes tradicionales: dominicos, jesuitas, franciscanos, etc., que prefieren seguir las directrices del Concilio Vaticano II, más progresistas y más cercanas a los pobres. La cuestión atañe sólo a la jerarquía. A los poderosos cardenales curiales que durante siglos han permitido que el delito arda dentro pero que el humo no salga fuera.
Si la Congregación para la Doctrina de la Fe impuso las célebres “Instrucciones” que obligaban bajo juramento a todos los cardenales, obispos, sacerdotes, etcétera, al “secreto pontificio” para todos los crímenes de pedofilia que debían ser tratados exclusivamente como pecados en vez de como delitos, tras estos escándalos se ha visto obligada a levantar la “alfombra” y sacar a la luz parte de la “suciedad” que durante años ha dormitado en los sótanos del Vaticano. Por lo cual, un sacerdote pedófilo que antes era prácticamente inaccesible a jueces y policías, hoy ya no tiene avalada la exención penal porque gracias al conflicto surgido ha quedado clara la derrota de la política del silencio.
Ante esto me pregunto: ¿Qué sentido tiene seguir hablando de zafia propaganda contra el Papa y la Iglesia? ¿Acaso no han sido los propios documentos vaticanos los que han desvelado el pacto de encubrimiento y rechazo que ha existido siempre frente a toda hipótesis de denuncia ante las autoridades judiciales? ¿Es que vamos a seguir negándonos a mirar las cosas de frente? ¿Vamos a seguir crispándonos contra toda crítica, en lugar de ver precisamente en éste conflicto una oportunidad de enmienda, de renovación, de purificación de la Iglesia?
No creo que se resuelvan estos problemas apoyándonos apáticamente en el pasado ni adoptando el papel de víctima como lo ha venido haciendo parte de la jerarquía (el cardenal Sodano decano del Sacro Colegio Cardenalicio, por citar alguno), y menos aún intentando distraer y desviar la culpa de manera premeditada, ligando los casos de pedofilia con la homosexualidad, como ha dicho el secretario del Vaticano, Tarcisio Bertone, o aferrándose sutilmente a las devociones populares: “Los actuales "sufrimientos" que está pasando la Iglesia a causa de los abusos sexuales sobre menores cometidos por sacerdotes forman parte del tercer secreto de Fátima, revelado por la Virgen a través de varias apariciones a tres niños portugueses en 1917” Esto lo ha asegurado Benedicto XVI, camino de Portugal, a los periodistas que le acompañaban en el vuelo papal el 11 de mayo de 2010. El Mundo
Es evidente que los fieles hemos madurado y que ya no es la sumisión ciega al dogma, al magisterio o a las prácticas religiosas lo que cuenta. Somos más críticos. Queremos, como católicos, tener voz ante las cuestiones que la Iglesia aborda con criterios absolutamente desajustados del pensamiento moderno y evangélico. Repetir hasta la saciedad con lenguaje obsoleto, anacrónico, moralizante y totalmente inadaptado a nuestra época, los conceptos morales y éticos sobre el aborto, la homosexualidad, el preservativo, la reproducción asistida, la investigación sobre células madre embrionarias, etc., ya no representa, para la mayoría, un motivo de “pecado” o “condenación”. Hoy se necesita una Iglesia mucho más abierta; cercana, comprensiva, inclinada al diálogo, a los problemas, al sufrimiento de la gente. Una Iglesia en una línea más evangélica. Que sea más un testimonio que un discurso; que sepa llevar a cabo un entendimiento interreligioso que sirva de base a una solución política razonable y justa que atenúe el fanatismo y la destrucción que alimentan las propias religiones. Una Iglesia que no discrimine a la mujer (el trato vejatorio que algunos medios católicos le están dando a Teresa Forcades, doctora en medicina, teóloga y monja benedictina, es inadmisible). La exclusión de las mujeres del ministerio es una cuestión puramente tradicional que ahora no tiene ningún sentido. Actualmente, en un mundo en el que la mujer ocupa puestos destacados en la economía, la cultura, el Estado la ciencia y la sociedad ¿cómo es posible qué la Iglesia se encuentre tan rezagada respecto a su época? Para Benedicto XVI, la Iglesia sigue siendo un mundo de hombres. En reiteradas ocasiones ha dicho que descarta la ordenación sacerdotal de mujeres. Y está declarada “doctrina infalible” la idea de que la ordenación de mujeres es contraria a la voluntad de Dios. Tal afirmación sobre el conocimiento de la voluntad divina ¿no es una soberbia desmesurada?
He recogido algunas citas de los Padres de la Iglesia que han tenido consecuencias terribles en cuanto al desarrollo científico y a los derechos humanos a lo largo de los últimos milenios.
• “La mujer que escuche la enseñanza, quieta y con docilidad. A la mujer no le consiento enseñar ni imponerse a los hombres; le corresponde estar quieta, porque Dios formó primero a Adán y luego a Eva”. (San Pablo 1 Timoteo 2: 11-15)
• "La mujer es un ser inferior y no está hecha a imagen y semejanza de Dios. Corresponde, pues, a la justicia así como al orden natural de la humanidad que las mujeres sirvan a los hombres... el orden justo sólo se da cuando el hombre manda y la mujer obedece". (San Agustín de Hipona)
• "Si la mujer no se somete al hombre, que es su cabeza, se hace culpable del mismo pecado que un hombre que no se somete a Cristo". “Nada más impuro que una mujer con el periodo. Todo lo que toca lo convierte en impuro” (San Jerónimo)
• "En lo que se refiere a la naturaleza del individuo, la mujer es defectuosa y mal nacida, porque el poder activo de la semilla masculina tiende a la producción de un perfecto parecido en el sexo masculino, mientras que la producción de una mujer proviene de una falta del poder activo." (Santo Tomás de Aquino, Summa Theologica)
• "Toda maldad es pequeña frente a la maldad de la mujer. La impiedad del hombre es mejor que una mujer buena". (Cardenal Forgats. Sínodo de Turnau 1611 en presencia del nuncio papal)
A continuación, algunos de los ejemplos que dio Jesús:
• En aquellos tiempos las mujeres no tenían valía para casi nadie, excepto para Jesús. Su comportamiento hacia las mujeres, aun cuando lo observamos a través del cristal androcéntrico de los textos Evangélicos, es digno de destacarse. Jesús acogió a las mujeres entre sus discípulos más allegados: “le acompañaban los Doce y algunas mujeres: María Magdalena, Juana, mujer de Cusa, administrador de Herodes, y Susana y otras varias, que le servían de sus bienes." (Lucas 8:1-5). Y debemos tener en cuenta que las mujeres no eran mencionadas en los textos antiguos a menos que tuvieran prominencia social. Sin embargo Jesús dio la bienvenida a las discípulas femeninas en su entorno para que escucharan sus enseñanzas, junto con los discípulos masculinos.
• Esto era verdaderamente inusual, ya que las mujeres normalmente no podían dirigirse a los hombres en público, y mucho menos andar por los caminos con ellos. Por eso es digno de mencionar, como en todos los Evangelios vemos, que Jesús desafía los preceptos patriarcales establecidos.
• La presencia de Jesús en la casa de Marta y María, haciéndolas partícipes de sus enseñanzas, nos ofrece un claro testimonio del trato igualitario que Jesús dispensaba tanto a hombres como mujeres. (Lucas 10:38-42).
• Otra muestra del acogimiento a la mujer lo tenemos durante la cena en casa de un fariseo (Lucas 7:36-50), posicionándose contrario a los prejuicios de Simón respecto a las prostitutas.
• Según Mateo 27:55-56, “ante la cruz había muchas mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea”. Las mujeres están entre los primeros testigos de la Resurrección. Por lo tanto, las mujeres están presentes de manera substancial en la Encarnación y la Redención.
• Posiblemente el momento en que más se mueve a compasión Jesús tiene lugar en Juan 8:1-11. Jesús está enseñando en el templo cuando los escribas y fariseos le llevan a una mujer que había sido sorprendida en adulterio con intención de lapidarla, pues, según decían, su culpabilidad era clara y la ley de Moisés así lo prescribía.
• Pocas son las palabras de Jesús: «Aquel de vosotros que esté libre de pecado que arroje la primera piedra».
Ante esto se me plantea una pregunta: ¿En realidad la Iglesia católica ha entendido alguna vez la Palabra de Cristo?
Maite García Romero