Cuando en 1975 se creó el G-8 (entonces como el G7) el mundo se hallaba inmerso en una profunda crisis económica. Su principal objetivo era coordinar la política macroeconómica de los países ricos en tiempo de recesión económica, así como fraguar una estrategia común relativa a los países en vías de desarrollo, los cuales, durante aquellos vertiginosos años de descolonización, de luchas por la liberación nacional y de emergencia de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) habían logrado reducir su dependencia económica y política con respecto al “primer mundo”.
Por supuesto, el G7 no logró esa ansiada coordinación de la política económica, aunque sí que quizás articuló un frente común ante los países en vía de desarrollo, que generalizó las políticas de ajuste estructural, de corte neoliberal, promovidas por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, políticas que alcanzaron a más de 90 economías en desarrollo o “post-socialistas”, en transición al capitalismo, y que llevaron de la mano una importante erosión de los avances conseguidos en el Sur durante las décadas de 1950 y 1960. Y así, en la década de 1990, el G7 se convierte en el principal promotor de la globalización dirigida por las corporaciones transnacionales, cuyo camino fue allanado por los procesos de liberalización y de privatización que tuvieron lugar en los países en vías de desarrollo bajo condiciones de “ajuste estructural”. Sin embargo, cuan lejos estaban del aumento y la generalización de la prosperidad que prometieron las políticas neoliberales pro-mercado. Los últimos años de la década de 1990 se saldaron en un importante crecimiento de la pobreza absoluta, en un aumento de la desigualdad y en la firmeza del estancamiento económico del Sur. En la cumbre del G8 de Génova, que tuvo lugar en junio de 2001, trescientas mil personas se unieron bajo el lema de, “¡No al G8!”. Las líneas de batalla estaban totalmente trazadas. Para más INRI, la policía italiana al cargar enérgicamente contra los opositores a la cumbre del G8 avivó unos disturbios que terminaron llevándose la vida de un activista e hiriendo a otros tantos.
Ciertos sectores del G8, se dieron perfecta cuenta de que constituir la imagen de la dirección hegemónica de la globalización no era bueno para los intereses de la organización, ¿y entonces que hicieron? Pues que liderado por el gobierno del “nuevo laborismo” británico de Tony Blair y Gordon Brown, al G8 se le intenta hacer una cirugía reparadora. Así, elaboran un nuevo discurso: la conmutación de la deuda contraída por los países más pobres; el aumento, hasta alcanzar el 0,7 % del PIB, de los niveles de ayuda a los países en vías de desarrollo por parte de los del G8; la introducción de un masivo paquete de medidas de ayuda a África; la declaración pública de la voluntad de hacer del comercio una actividad que pueda coadyuvar al desarrollo de los países más pobres; y la toma en consideración de los problemas vinculados al cambio climático. El punto, digamos, más álgido de esta cirugía reparadora del G8 tuvo lugar en la cumbre de Gleneagles (Escocia) de 2005: una alianza entre el gobierno laborista, y un grupo de influyentes ONGs británicas lograron convertir dicha cumbre en una gran coreografía puesta en escena. Miles de personas que se trasladaron a Escocia vieron cómo eran manipuladas hasta convertirse en el coro de centelleantes conciertos de “ayuda a África” que se estaban celebrando simultáneamente en varias partes del mundo.
Dos años más tarde, en el 2007, ¡qué desilusión! las centellas ya no refulgían. La idea de que el G8 pudiera estar promoviendo una “sociedad civil global” se había ido al garete. Ninguno de los gobiernos del G8 había alcanzado el objetivo de destinar el 0,7 % del PIB a la ayuda a los países en desarrollo; la ayuda a África quedó lejos de los 30 millones de dólares prometidos en Gleneagles; la “Ronda de Desarrollo de Doha”, que se inició en 2003 bajo los auspicios del G8, se había convertido en una gran ironía; y cualquier gestión sensata orientada a hacer frente al cambio climático brillaba por su ausencia. Con éste bagaje de incompetencia bajo el brazo, al año siguiente, entre el 7 y el 9 de julio de 2008, y ante una manifestación de más de cinco mil activista, se celebra en Hokkaido (Japón) la Cumbre del G-8 contra el hambre en el mundo. Pero… ¿Quién dijo hambre? Los representantes de los países más ricos del mundo, repusieron fuerza después de estar analizando la pobreza en África y las devastadoras consecuencias de la escasez de alimentos que mata de hambre a millones y millones de personas, con veinte platos de “delicatessen”. Por lo cual, visto lo visto, me pregunto: ¿para qué porras sirve esto del G-8? ¿Quizá para tranquilizar conciencias? ¿Para que los poderosos sigan mirándose el ombligo? ¿Para unas fotos, unas copas, unos apretones de manos o quizás para que se sigan pisoteando los derechos humanos?
¡No! Me niego a ser pesimista. Es más, quiero creer que en esta próxima cumbre que se celebrará en Italia el próximo mes de julio, se conseguirá obtener resultados óptimos en:
Ciertos sectores del G8, se dieron perfecta cuenta de que constituir la imagen de la dirección hegemónica de la globalización no era bueno para los intereses de la organización, ¿y entonces que hicieron? Pues que liderado por el gobierno del “nuevo laborismo” británico de Tony Blair y Gordon Brown, al G8 se le intenta hacer una cirugía reparadora. Así, elaboran un nuevo discurso: la conmutación de la deuda contraída por los países más pobres; el aumento, hasta alcanzar el 0,7 % del PIB, de los niveles de ayuda a los países en vías de desarrollo por parte de los del G8; la introducción de un masivo paquete de medidas de ayuda a África; la declaración pública de la voluntad de hacer del comercio una actividad que pueda coadyuvar al desarrollo de los países más pobres; y la toma en consideración de los problemas vinculados al cambio climático. El punto, digamos, más álgido de esta cirugía reparadora del G8 tuvo lugar en la cumbre de Gleneagles (Escocia) de 2005: una alianza entre el gobierno laborista, y un grupo de influyentes ONGs británicas lograron convertir dicha cumbre en una gran coreografía puesta en escena. Miles de personas que se trasladaron a Escocia vieron cómo eran manipuladas hasta convertirse en el coro de centelleantes conciertos de “ayuda a África” que se estaban celebrando simultáneamente en varias partes del mundo.
Dos años más tarde, en el 2007, ¡qué desilusión! las centellas ya no refulgían. La idea de que el G8 pudiera estar promoviendo una “sociedad civil global” se había ido al garete. Ninguno de los gobiernos del G8 había alcanzado el objetivo de destinar el 0,7 % del PIB a la ayuda a los países en desarrollo; la ayuda a África quedó lejos de los 30 millones de dólares prometidos en Gleneagles; la “Ronda de Desarrollo de Doha”, que se inició en 2003 bajo los auspicios del G8, se había convertido en una gran ironía; y cualquier gestión sensata orientada a hacer frente al cambio climático brillaba por su ausencia. Con éste bagaje de incompetencia bajo el brazo, al año siguiente, entre el 7 y el 9 de julio de 2008, y ante una manifestación de más de cinco mil activista, se celebra en Hokkaido (Japón) la Cumbre del G-8 contra el hambre en el mundo. Pero… ¿Quién dijo hambre? Los representantes de los países más ricos del mundo, repusieron fuerza después de estar analizando la pobreza en África y las devastadoras consecuencias de la escasez de alimentos que mata de hambre a millones y millones de personas, con veinte platos de “delicatessen”. Por lo cual, visto lo visto, me pregunto: ¿para qué porras sirve esto del G-8? ¿Quizá para tranquilizar conciencias? ¿Para que los poderosos sigan mirándose el ombligo? ¿Para unas fotos, unas copas, unos apretones de manos o quizás para que se sigan pisoteando los derechos humanos?
¡No! Me niego a ser pesimista. Es más, quiero creer que en esta próxima cumbre que se celebrará en Italia el próximo mes de julio, se conseguirá obtener resultados óptimos en:
.La abolición de la Pena de Muerte, a nivel mundial, ya que es la negación más grande e irreversible de los derechos humanos.
.Los derechos Económicos, Sociales y Culturales, tales como: alimento, vivienda, educación, cuidados de la salud y empleo digno.
.Los derechos Humanos de la Mujer, ya que cada día, mujeres y niñas en todo el mundo enfrentan amenazas, maltratos, mutilación y rapto.
.Los derechos Humanos de Lesbianas, Gays, Homosexuales y Transgéneros, ya que millones de personas de todo el mundo se enfrentan cada día a la ejecución, el encarcelamiento, la tortura, la violencia y la discriminación por su orientación sexual o identidad de género.
.El tráfico de Armas, ya que el comercio mundial no regulado de armas trae miseria al mundo entero. Por su causa, cada año miles de personas mueren, resultan heridas, son violadas o se ven obligadas a huir de sus hogares.
.La Tortura, ya que el número de acusaciones sobre el uso de la tortura contra personas bajo custodia de los Estados Unidos, continúa incrementándose de forma alarmante.
.Y ahora me estoy preguntando: ¿estaré mostrándome demasiado optimista?... No sé, quizás tendré que dar más tiempo al tiempo.
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Maite García Romero
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Publicado en ElPlural; El librePensador; Identidad Andaluza; Lupa protestante
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1 comentario:
No esperemos demasiado de los politicos!
Un saludo de vecina y amiga.
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