Amnistía Internacional, en una nueva investigación llevada a cabo el pasado mes de noviembre a los Centros de Estancia Temporal para inmigrantes en Ceuta y Melilla, denuncia hasta ocho tipo de transgresiones. Se están llevando a cabo expulsiones sumarias en la frontera incluso en ocasiones hasta de gente herida; existe abusos policiales; sobreocupación que en ocasiones ha llevado al hacinamiento; falta de módulos familiares; falta de acceso a información; falta de condiciones adecuadas, especialmente para las víctimas de trata, de violencia de género, personas con discapacidad o personas del colectivo LGBTI.
"Sobre la una de la tarde llegó la Cruz Roja,
pero yo había perdido muchísima sangre", explica Muhamed,
de 20 años y procedente de Guinea Conakri, que permaneció encaramado en la
segunda valla de Ceuta durante siete horas, con una herida en la muñeca derecha
provocada por la concertina. "Veía
mi propio nervio, gritaba a la Guardia Civil que estaba herido y les enseñaba
mi brazo envuelto en un torniquete con mi camiseta, pero nadie me hacía
caso", relata este joven que más tarde tuvo que ser operado y ha
perdido movilidad en la mano.
Es de suponer que el grado de civilización y de
espíritu humanitario de una sociedad se mide por la forma como acoge y convive
con los diferentes. Sin embargo, bajo este aspecto, Europa nos ofrece un
ejemplo tan lastimoso que raya en la barbarie. Solamente el conflicto sirio ha provocado 4 millones
de desplazados. Y como dice Salil Shetty, secretario general de Amnistía
Internacional, el 86 por ciento de la población refugiada se encuentra en
países de ingreso medio y bajo. “El
problema no es la cantidad de personas refugiadas que hay en todo el mundo,
sino que mucho de los países más ricos son los que menos refugiados acogen y
los que menos hacen”.
Si los países desarrollados
asumieran su responsabilidad con voluntad política y espíritu de cooperación,
sería posible garantizar a las personas que han tenido que huir de sus hogares
un lugar seguro donde rehacer sus vidas. Pero no, la situación actual ofrece la
cara opuesta, gran parte del mundo rico se empeña en mantener a las personas
refugiadas “fuera” con barreras, blindando fronteras, incluso con muros y
vallas o pagando a los países de origen y tránsito para “externalizar” allí los
controles migratorios. Sobran ejemplos: ahí tenemos al gobierno filofascista de
Viktor Orbán de Hungría que ha declarado la guerra a los refugiados tomando una
medida perversa e inhumana como ha sido construir una cerca de alambre de púas
de cuatro metros de altura a lo largo de toda la frontera con Serbia, para
impedir la llegada de los que vienen del Medio Oriente. Eso sí, Hungría busca
trabajadores extranjeros, por supuesto, pero blancos y cristianos. De la misma
manera, los gobiernos de Eslovaquia y de Polonia han declarado que solamente
aceptarían a refugiados cristianos.
Otro ejemplo sería la Operación
Fronteras Soberanas de Australia que intenta impedir militarmente la entrada de
personas a bordo de embarcaciones aunque sean refugiados o solicitantes de
asilo. Los que consiguen entrar acaban recluidos en condiciones deplorables en
centros ubicados en otros países, bajo gestión australiana. La estrategia de
pactos oscuros, o mejor dicho ilegales, de la Unión Europea con países como
Turquía, Libia y Sudán, trata de “alejar” el problema aunque con ello se esté
exacerbando los malos tratos generalizados y la detención indefinida en terribles condiciones que sufren miles de personas
refugiadas y migrantes.
Solo en este año cruzaron el
Mediterráneo cerca de 300.000 personas entre migrantes y refugiados buscando un
poco de paz en Europa. Pero la acogida que les brinda una gran parte de esta
“benefactora” Europa cuyo mayor límite de la cultura es su arrogancia, la
pretensión de ser la más elevada del mundo, la de tener la mejor forma de
gobierno, la mejor conciencia de los derechos, la creadora de la filosofía y de
la tecnociencia y, como si eso no bastase, la portadora de la única religión
verdadera: el cristianismo; es una acogida tan cargada de mala voluntad e
insensibilidad, que incita a la población de ideologías fascistoides y
xenófobas a violentas manifestaciones.
El próximo 6 de febrero se cumplirá dos años de la
muerte en el mar de quince jóvenes en la playa de El Tarajal. Ahí están las
imágenes de la controvertida intervención de la Guardia Civil. Y ahí está
también la falta de resolución. La juez considera que los inmigrantes
“asumieron el riesgo y que las “devoluciones en caliente” eran prácticas impuesta
por el Ministerio.
Me pregunto: ¿acaso los derechos humanos tienen
frontera? ¿Acaso estas personas refugiadas y emigrantes que por diversos
motivos se encuentran en situación muy vulnerables y necesitan una reubicación
urgente no son seres humanos también? ¡Cuántos derechos humanos han sido
acuchillados con vergonzosas vallas en las fronteras! ¡Cuántos niños han
quedado ahogados para siempre en las costas del Mediterráneo!
Posiblemente algún día la historia juzgará duramente a
los Estados Miembros de la Unión Europea por esta pésima gestión que se está
llevando a cabo con la crisis de refugiados.
Promovamos el derecho de las personas a la libre movilidad como establece
la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Levantemos nuestras voces por
un mundo compartido, sin muro. Un mundo digno para la humanidad.
Maite García Romero
3 comentarios:
Ojalá el mundo tome consciencia de la dura realidad de tantas personas que podíamos ser cualquiera. Un abrazo!
Querida Maite:
Me ha encantado tu artículo en el que, como siempre, sobresale tu espíritu humanitario. Pero me da pena leerte porque compruebo que el mundo no es digno para nadie, ni para los refugiados, ni para ningún sector desfavorecido de la sociedad. Sin ir más lejos, ayer mismo supimos del asesinato de tres mujeres a manos de sus parejas, ¿y qué se hace por remediar esta lacra?
Bueno, no quiero enrollarme. Solo quiero decir que espero que estos tiempos de intolerancia y xenofobia sean transitorios y en un futuro no muy lejano podamos ver la luz al final del túnel.
MIllones de besos.
Qué bien expresado Maite. Estamos en una situación insostenible en lo que respecta a la constante vulneración de los Derechos Humanos (fuera y dentro de nuestras fronteras), por no hablar también del daño al medioambiente. Mi visión del siglo XXI es como una burbuja cargada de injusticia,hipocresía y desigualdad, eso sí, maquillada con tratados internacionales, pactos y planes políticos "democráticos" cuyos títulos suenan muy bien pero que a menudo se quedan en nada.
Como bien dices, la historia determinará cómo se resuelve esta deplorable situación.
Un gusto leerte!
Besos,
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