"Agradeceré busquen siempre las cosas que les unen y dialoguen con serenidad y espíritu de justicia sobre aquellas que les separan, dijo
Adolfo Suárez en agosto de 1969. Y en 1976, momento en que la sociedad
española requería consenso entre los recién surgidos partidos políticos que
debían redactar una Constitución, afirmó: “Pertenezco
por convicción y talante a una mayoría de ciudadanos que desea hablar un
lenguaje moderado, de concordia
y conciliación”.
Ha transcurrido 40 años de aquello. El pasado día 2 de
marzo sentada ante el televisor contemplaba el debate de la sesión de investidura
de Pedro Sánchez en el Congreso de los Diputados. ¡Qué bochornoso espectáculo,
que pésima imagen dieron nuestros políticos! Nadie escuchaba a nadie, no hubo
diálogo, no existió un mínimo acuerdo. Como niños mal criados todo se redujo al
“tú más” y al interminable machaconeo de pactar o no pactar: “¿Pactáis con nosotros? Vale, pero no pactéis
con aquellos. ¿Y si pactamos con estos? No, ya han pactado con aquel. Yo con
vosotros pactaría. Lo siento, no puede ser…”
En definitiva, inquina, controversia, desprecio, pugnas y el constante toma y
daca de los pactos. Actitudes infantiles impropias de personas que tienen altas
responsabilidades políticas, cuyo único empeño no debería ser otro que servir
al bien social, al bien del país mirando al futuro, a la superación de esta
crisis global –si es que se puede llamar crisis a este nuevo modelo social de
subsistencia.
A nuestros políticos se les llena la boca con eso de:
“los españoles quieren”, “los españoles nos piden” Pero yo les pregunto: ¿En realidad tenéis
idea de lo que queremos los españoles? ¿Prestáis siquiera un mínimo de atención
en escuchar lo que la sociedad os está pidiendo? Estáis tan ofuscado los unos por alcanzar el poder y
los otros por seguir aferrados a él, que se os olvida o no queréis acordaros (que
va a ser eso) que la base, la raíz misma de la política no es otra que la
búsqueda del bienestar social, pues vosotros estáis a nuestro servicio, no lo
olvidéis. Nosotros os pagamos el sueldo.
Los resultados de vuestras reformas están a la
vista: los bancos han recuperado la liquidez sobre un país desestabilizado y el
paro ha disminuido gracias a un nuevo tipo de contrato basura. Si antes era
todo por la patria ahora es todo por los bancos, ¡pero claro! a costa de
empobrecer y endeudar a todo un país. Vivimos amparados –o más bien
desamparados– por un demencial sistema financiero que se roba a sí mismo y que
sólo castiga al pequeño infractor.
La proliferación de la corrupción política de nuestro país
está alcanzando cotas verdaderamente escandalosas, que sin duda han puesto en
jaque la reputación de la vieja clase política. En Madrid, por ejemplo, se
juntan varias tramas de corrupción, también presente en Valencia que afectan al
PP como son la Gürtel, los papeles de
Bárcenas y la Operación Púnica. Por
otro lado el caso de los ERES falsos
en Andalucía (sin olvidar la operación
Malaya). Las tramas de Palma Arena y
Nóos, cuyos implicados más relevantes son la continua comidilla de los
noticiarios: el presidente balear Jaume
Matas, el exduque de Palma, Iñaki
Urdangarin y la Infanta Cristina. Así como la gran corrupción
de la familia Pujol-Ferrusola. Y eso
sin tener en cuenta que todo lo que se ha descubierto sobre corrupción no es
más que la punta del iceberg según los expertos. Este tsunami de corruptelas ha
golpeado de tal manera la imagen de la clase política, que en solo unos meses
se ha llegado a la total desconfianza y desafección
de los ciudadanos hacia nuestros gobernantes.
¿Qué credibilidad
puede tener uno de estos políticos cuando repetidamente insta a sus ciudadanos
a pagar religiosamente sus impuestos en tanto ellos mismos hacen la vista gorda
ante sus amiguetes de partido? Como seres sociales que somos, dotados de
raciocinio, es nuestra responsabilidad contribuir a un mundo más justo y
equilibrado. El acaparamiento individual y la evasión de impuestos es propio de
la mentalidad animal, que sólo vive para rivalizar, para saciar sus necesidades
físicas e instintos territoriales, incapaz de profundizar hacia una percepción
más amplia y constructiva de la existencia, de proyectarse a un nivel de
conciencia superior donde predominan sentimientos mucho más desarrollados como
la empatía, el afán de colaboración, el deseo de superación, y en definitiva,
el respeto a los derechos humanos.
Maite García Romero
5 comentarios:
Yo no lo hubiese podido expresar mejor, totalmente de acuerdo contigo Maite, es una vergüenza, y nuestros políticos actúan como niños caprichosos según sus interese egoístas. Esto tiene difícil solución. Un fuerte abrazo!!
Es verdad, quién mira por los ciudadanos?..es desolador el ambiente político de este país.
Me alegra leerte de nuevo. Ya echaba de menos tus comentarios,tus puntos de vista y tus críticas sobre la realidad que nos rodea. No debemos ni podemos callar ante los latrocinios y las injusticias que se estan produciendo en nuestra sociedad. Bravo Maite.
Siempre me emociono cuando te leo, y esta vez no iba a ser menos. Estoy de acuerdo contigo: el guirigay que se formó en el Congreso no tiene nombre, hace falta otro talante, pero ¿cómo se pueden unir el despido libre y la defensa de los ciudadanos? Lo digo por el programa económico de "Ciudadanos". Sí, pero es evidente la falta de voluntad política de los partidos. Hace falta un poquito de por favor...
Muchísimos besos y muchísimas gracias.
Genial Maite! Buenísima reflexión, estoy completamente de acuerdo con todo lo que dices. Si este es el cambio tan prometido por la nueva política, apañados vamos...
Un gusto leerte!
Besitos
Diana
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